Cuando hablamos de Habilidades Sociales, podemos referirnos a un conjunto de conductas observables y medibles cuantitativamente o cualitativamente, en los seres humanos. Esto hace posible un seguimiento o proceso de evaluación desde una línea basal o puntuación inicial hasta la expresión perfecta de alguna de esas conductas en cada individuo.
Existen algunas conductas que son simples como: escuchar con atención, saludar, iniciar una conversación, dar una opinión, entre otras; y algunas más complejas: la empatía, la capacidad de negociación, la persuasión, la asertividad, y más.
En nuestro ciclo vital, a medida que vamos avanzando y creciendo en experiencias con otras personas y en contextos de colectivos diversos como: la familia nuclear y extensa, el colegio, nuestros grupos de pares, el trabajo, entre otras, esas conductas deberían desarrollarse y expresarse naturalmente. Sin embargo, podemos observar que muchas personas adultas, en algunos contextos o situaciones no logramos actualizar algún tipo de comportamiento social. Esto puede llegar a frustrarnos a tal punto que podemos sentir un deterioro significativo de nuestra autoimagen y sentirnos algo disminuidos, sobre todo al tender a comparar nuestro “rendimiento pobre” con el de otra persona más hábil en esta área.
Como un buen ejercicio de desarrollo personal, se sugiere superar esa etapa de frustración, e identificar esa conducta social “débil” en comparación con otras personas según nuestro propio criterio, siempre valido. Lo siguiente es iniciar el proceso de “moldeamiento” de esa habilidad, hasta que podamos re-actualizarla en uno o diferentes contextos, y entonces, a modo de “hábito”, la logremos expresar espontáneamente cuando se requiera.
Parece muy simple, ¡y lo es!, para personas mentalmente sanas y activas en su proceso de superación personal.
Por último, recordemos que la Psicología Conductual habla de condicionantes para que una conducta observable, tienda a repetirse en el futuro hasta estabilizarse. En efecto, según la teoría del aprendizaje “operante”, un sujeto tiene más probabilidades de repetir las formas de conducta que conllevan consecuencias positivas. Así, dada por superada la etapa de “frustración”, vamos a experimentar en la realidad los beneficios e incentivos al actualizar o “moldear” nuestro comportamiento, para luego sentirnos conformes y más seguros de nosotros mismos.
Alberto Squella / Psicólogo Clínico / Sucursal La Dehesa